Agosto 2010 - Irene R.

Agosto es el mes de los deseos... uno por cada estrella fugaz que veas en el cielo. Por suerte estan las lágrimas de San Lorenzo, la lluvia de meteoritos que se divisa allá por el día 10.

 

 
Son las Perseidas, producidas por el cometa swift-Tuttle. Todos los años la orbita de la tierra cruza una nube de particulas producidas por este cometa y si prolongamos las trazas de estas estrellas, todas parecen provenir de una zona situada en la constelacion de Perseo, de ahí su nombre.
 

Un espectáculo casi mágico si los cientificos no nos hubieran explicado que los cometas pierden masa cuando se acercan al sol y que el polvo cósmico, al entrar en contacto con la atmósfera, a 60 km por segundo, se quema y produce un rastro resplandeciente. Qué demonios... que un grano de arena te guiñe un ojo en la inmensidad del firmamento, "a ciencia cierta", eso es magia...

 
El cometa que nos regala esta exhibicion luminosa fue descubierto en 1862 por los astrónomos Lewis Swift y Horace Parnell Tuttle. Visible en el hemisferio norte, su intensidad crece con la oscuridad.

Este año, la luna nueva del 10 de agosto propiciará mejores avistamientos. Un observador paciente y avispado puede llegar a percibir 200 meteóros en una hora.

Es el sueño de una noche calidad de verano: tumbarte en el suelo, asomarte un rato al espacio y sentirte pequeño y grande a la vez. Las Perseidas sólo son una idea "brillante" para poder hacerlo. Esa noche el cosmos se transforma en una gran caja de deseos asi que no olvides lanzar los tuyos...
 


Pura astronomía, podrían decir muchos, pero la lluvia de las Perseidas también encierra una leyenda. Cuentan que en el año 258 d. C., Roma pidió la ejecución del Papa Víctor II. Y con su muerte exige a uno de los diáconos que entregue al gobierno todas las riquezas de la Iglesia.

Un diácóno, que se llamaba igual que el Sol, presentó a los romanos las reliquias eclésiasticas: enfermos y pobres... todo un atrevimiento que le costó la vida y una muerte crúel. Tan crúel como ser quemado lentamente en una parrilla.

La noche de la ejecución coincidió con una lluvia de meteoritos que marcó el origen de la historia. Y las estrellas fugaces se transformaron en las lágrimas que vertió San Lorenzo al ser quemado en la hoguera. 
 




 
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